Son las dos caras del mismo problema, la causa y la consecuencia. Las cumbres del clima de la ONU, como la COP25 que se celebra en Madrid hasta el 13 de diciembre, sirven también para que desde el mundo científico se actualice la información disponible sobre la crisis climática que atraviesa el planeta. Y las noticias no son buenas, porque seguirán creciendo este año las emisiones de dióxido de carbono (CO2) –la causa– y el aumento de la temperatura –una de las consecuencias– tampoco tiene visos de remitir. De hecho, cuando se cierre, 2019 será el segundo o el tercer año más cálido jamás registrado desde que hay mediciones fiables, que arrancan en 1850. La temperatura media del planeta estará este año 1.1 grados por encima de los niveles preindustriales, concretó el martes Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Ese aumento de la temperatura, según la opinión prácticamente unánime de la comunidad científica, está impulsado por los gases de efecto invernadero vinculados a la actividad humana. El principal es el dióxido de carbono y la mayor fuente emisora son los combustibles fósiles –petróleo, gas y carbón–, que acumulan el 75% de todo ese CO2. Según el informe anual del Global Carbon Project –un grupo internacional de científicos que lleva desde 2006 radiografiando este problema–, 2019 se cerrará con un incremento de las emisiones de CO2 del sector fósil de un 0.6% respecto al año anterior.
Estancamiento insuficiente
En principio, este leve incremento o estancamiento podría considerarse una buena noticia, ya que el aumento de las emisiones es sensiblemente menor al de años anteriores: en 2018 crecieron un 2.1% y en 2017 un 1.5%. Pero ya no basta con un estancamiento para afrontar esta crisis.
Cada año extra que sigan creciendo las emisiones hará que cumplir los objetivos del Acuerdo de París sea más difícil. Ese pacto climático fija como meta que el aumento medio de la temperatura del planeta, que ya está en 1.1 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales, no supere los dos grados, y si es posible que se quede en 1.5, pero para ello las emisiones tendrían que empezar a caer drásticamente a partir del año que viene, mientras que los planes actuales de los países apuntan a que no se “alcanzará el pico de las emisiones hasta 2030”. “Nos estamos dirigiendo ahora a un aumento de la temperatura de más de tres grados a final de siglo”, alertó por su parte el responsable de la OMM.
Tras el estancamiento de las emisiones de dióxido de carbono este 2019 hay dos factores: la caída del consumo de carbón en EE UU y la Unión Europea, vinculados al aumento de los precios de este combustible y la caída del gas natural, y la desaceleración económica. En esas dos zonas el consumo de carbón ha caído un 10%. El descenso del CO2 vinculado al carbón rondará el 0.9% este año. Sin embargo, se verá compensado por el incremento de las emisiones del petróleo y del gas natural.
Por regiones, las emisiones de dióxido de carbono de China se incrementarán un 2.6%, mientras que en EE UU se espera un descenso de 1.7%, lo mismo que en la Unión Europea, según el Global Carbon Project. Por último, en India el CO2 relacionado con los combustibles fósiles crecerá un 1.8%.
Eventos extremos
Las consecuencias del incremento continuo de las emisiones –desde 1990 el CO2 vinculado a los combustibles fósiles ha crecido un 61%– van más allá del incremento medio de la temperatura. Aproximadamente la mitad de los gases de efecto invernadero van a parar a la atmósfera; el 50% restante se reparte a partes iguales entre los bosques y el mar, que actúan como sumideros. Y los océanos, según alerta ayer la Organización Meteorológica Mundial, ya están “pagando un alto precio”. La acidificación del agua del mar –consecuencia del dióxido de carbono absorbido– ha crecido un 26% desde el inicio de la era industrial.
La OMM, que presentó en la COP25 los resultados provisionales del informe del estado del clima de 2019, hizo un repaso sobre los fenómenos meteorológicos extremos ligados al cambio climático de este año, como las inundaciones vividas en el centro de Estados Unidos, el norte de Canadá, el norte de Rusia y el suroeste de Asia o Irán. Respecto a las olas de calor, estas golpearon especialmente a Europa en junio y julio. “En Francia, el 28 de junio se marcó un récord nacional de 46 grados centígrados”; también se llegó a cifras nunca vistas en Alemania (42.6 grados), Países Bajos (40.7), Bélgica (41.8), Luxemburgo (40.8) y el Reino Unido (38.7).
Artículo obtenido de: www.elpais.com
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