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Foto del escritorAdonai García

Una Marca País que hay que eliminar: Los conchos

Una de las promesas que trajo más esperanza con la aprobación de la ley 63-17, de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial de la República Dominicana, fue que al fin eliminarían los carros de concho.


Dato curioso: República Dominicana es la única nación en el mundo que aún cuenta con vehículos de baja capacidad como parte del sistema de transporte público. ¿Se puede tomar esto como marca país?

Yo, que busco la manera siempre de moverme lo más sostenible posible, hago uso de los mismos cuando no puedo andar en mi bici. ¿Por qué? Si quiero irme en autobús tengo que esperar más de 20 minutos, a menos que tenga suerte y me encuentre con uno que esté reventándose de personas (aún en pandemia esto ocurre mi gente). Y si es del sistema OMSA la espera es más larga, aunque si la consigo el recorrido es más placentero. Sin embargo, la frecuencia de los conchos es de 1 minuto, por lo que por cada autobús que espero, es posible que me pasen 20 conchos antes.


Si quiero irme en Metro las largas filas me quitan las ganas (esto solo por la pandemia, en momentos más típicos la cosa es diferente). El tema con el metro es que al final de mi viaje tengo que igual hacer uso de un concho, pues no puedo subir mi bici (han realizado 3 pruebas pilotos y nunca lanzan los resultados, aunque se ha avanzado algo con dejarlas los fines de semana y días feriados, pero eso no aporta en nada a la inclusión de las bicicletas al sistema de transporte de la ciudad). Con mi bici pudiese realizar la última milla, como se le conoce técnicamente.


Hasta este punto los conchos parecen ser más una solución que una problemática con las condiciones actuales, en las que tenemos un sistema sin regulación.


El problema ha sido siempre el gran poder que tienen sus representantes para paralizar al país, pues transportan el 70% de los pasajeros que se movilizan en transporte público y ellos lo saben.

El día que esos tigres dicen que van a paralizar sus labores se para el país, principalmente el sector público.


Es cierto que hay un proceso de aprobación de rutas que lleva años ejecutándose de la misma manera y que recientemente se lanzó el Reglamento del Servicio Público de Transporte Terrestre de Pasajeros Urbano, pero también es cierto que esa gente hace lo que les da la gana porque no tienen a nadie encima de ellos. A continuación, algunos ejemplos:

  • Se van por rutas que nunca han sido aprobadas (de hecho, no creo que en hora pico ningún concho tome su ruta aprobada, al igual que las rutas de autobuses )

  • Llevan más pasajeros de lo que está permitido por ley.

  • La ley 114-99 exoneraba a los conchos y autobuses de usar cinturones de seguridad en su artículo 161. La ley 63-17, que deroga a la 114-99, no incluye esto y exige el uso de cinturón de manera obligatoria en su artículo 231 (pero no hablemos de obligatoriedades, que hablar de eso es hablar de multas y aún no se lleva a cabo, siquiera, el régimen de sanción propuesto por la ley hace 3 años y ya quieren cambiarlo).

  • Los representantes de cada ruta tienen a un personal (por llamarlos de manera decente) que si encuentran a otro que no forma parte de la ruta, le quitan todo y hasta golpes se lleva o partes rotas de su vehículo. Esto lo he visto pasar en frente de agentes de tránsito que no saben como reaccionar o simplemente se hacen los chivos locos.


Como si fuera poco, la flotilla de vehículos de concho crece cada año junto al parque vehicular que se inclina al vehículo privado. Esto seguirá pasando porque quienes toman las decisiones de planificación actualmente lo hacen desde el interior de su jeepeta. La realidad que conocen no es la que el 80% de los dominicanos vive diariamente y los estudios y recomendaciones que tenemos en materia de transporte urbano las hacen extranjeros que nos pintan sus ciudades en Santo Domingo y nos brillan los ojos y nos encanta el acento en el que lo dicen, trazando rutas por calles que ni existen o proponiendo proyectos que socialmente no son factibles.


Disculpen que no fui tan técnico en los últimos párrafos. Regresamos...

Los conchos representan el 86% de la flotilla de vehículos que se dedican al transporte público urbano. Ese crecimiento de la flotilla de conchos afecta enormemente al medio ambiente y la salud de los dominicanos, pero claro, no tenemos estudios de los niveles de contaminación que hay en nuestras calles. Estos vehículos tienen un promedio de 23 años y con una falta de mantenimiento increíble, lo que los hace altamente contaminantes. El hecho de que los niveles no se disparen en la ciudad, es por su orografía y su cercanía al Mar Caribe, no porque no exista la problemática.


A pesar de la gran oferta, la demanda sigue siendo mayor debido al solapamiento existente de las rutas correspondientes a cada sindicato y tipo de vehículo, es decir, hay ciertos puntos de la ciudad en donde existe una sobreoferta de asientos, mientras que hay otros puntos en donde no son suficientes porque no han sido demarcados como puntos de importante flujo de usuarios.


Las consecuencias de todo esto son muy claras. El Distrito Nacional está inundado de vehículos de baja

capacidad de pasajeros destinados al transporte público, provocando grandes congestionamientos, con edades medias de 23 años. Unidades en mal estado por los costos de mantenimiento y el alto grado de participación en choques de tránsito. Por ende, hay una baja rentabilidad, falta de coordinación entre las federaciones de transporte y una eficiencia mínima; y ni hablar de lo que representa el costo del servicio para los usuarios del sistema (USD 22 millones anuales en 90,000 horas perdidas en el sistema, según el Ing. Onéximo González).


¿Qué nos queda entonces? Eliminar los conchos de la noche a la mañana sería recrear el primer día de implementación de Transantiago en Chile en 2007, una referencia sobre lo que no se debe hacer para cambiar el sistema de transporte público de una ciudad.


Para lograr esa transición hay que realizar un estudio de planificación del servicio, donde se analiza la situación actual (de esto tenemos como 2 millones de informes), se modeliza para sacar resultados, se realiza un diagnóstico, se definen alternativas, se evalúan esas alternativas y se seleccionan las más óptimas.


Ojo: la planificación es más sencilla cuando se trata de modificar o de reestructurar una red ya existente, dado que de ella se conocen las demandas actuales, y pueden contrastarse las alternativas planteadas utilizando estas demandas. Lo malo es que tenemos una red tan mal estructurada que hay que repensarla por completo.


Ejemplo: Tenemos un corredor de OMSA justo por donde hay una línea de Metro.

Antes que todo, y debe ser una de las primeras decisiones que tome el planificador, hay que definir el modelo de gestión del servicio de transporte (directa o indirecta y cada una de sus variantes). Aquí es que se decide si se hará por concesiones, a través de empresas públicas o sociedades estatales, por sociedad de economía mixta, etc.


Llevamos 3 años tratando de convertir a los sindicatos en empresas y solo 1 ha podido hacer ese cambio. ¡Que e'peranza!

Una vez que se tenga definido lo que se quiere y cómo se quiere hacer, hay que darle facilidades a las empresas, principalmente a las locales, si es que en verdad se quiere apoyar ese sector, para que puedan registrarse como empresas de transporte, porque evidentemente se les ha hecho difícil, y para que puedan actualizar su flotilla a una de mayor capacidad.


Hubo casos de licitaciones que se realizaron con el objetivo de que una empresa extranjera diera los servicios, exigiendo tipologías de vehículos que nadie en el país, ni siquiera las empresas que llevan años ofreciendo servicios de transporte de pasajeros, podían obtener fácilmente y, además, con datos que hacían parecer factible el corredor, cuando en verdad no lo era ni lo es.


Algo muy importante: independientemente de los aspectos técnicos del proceso de planificación, es muy importante contar con la participación de los ciudadanos. No para tirarse fotos solamente, ¿ok?

Esto lo explico muy fácil, pero no lo es. Es un proceso largo que hay que agotar paso por paso, tomar en cuenta muchas cosas desde la adecuación de la infraestructura al modelo de ciudad que se pretende construir, la estrategia de comunicación, los aspectos de seguridad vial, la estandarización de los procesos y elementos que intervienen en el sistema, entre otros aspectos que en este punto serían muy aburridos, pero que trataremos en otra ocasión.


Siento el no poder escribir con acento extranjero ni que vean los ojos de contacto azules que me puse para hacer este post, pues así me creerían más.
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